Llegamos a Atenas a medio día, así que como ya es costumbre del primer día en una ciudad nueva nos fuimos a explorar un poco los alrededores. El camino nos llevó a pararnos en un restaurante de comida local y lo primero que nos enamoró de Grecia fue su comida. Probamos los deliciosos gyros y el moussaka, que parece una lasaña, pero es hecho de carne de cordero con berenjena y salsa blanca. Una receta que parece enviada por los mismos dioses griegos.
Continuamos nuestro camino luego de dicho banquete y llegamos a la famosa Acrópolis. Situada a unos 156 metros sobre el nivel del mar tuvimos que subir cuesta y escalones para llegar. No solo uno llega a esta obra de la antigüedad, sino que se topa con una de las vistas más hermosas que hayamos visto.
Allí uno conoce la puerta de la Acrópolis llamada Propileos, el Templo de Atenea Niké, el Partenón y los restos de otras estructuras antiguas. Como llegamos entrada la tarde, desde lo alto pudimos observar el atardecer único de Atenas. Al bajar nos dimos la vuelta por uno de los barrios más conocidos y coloridos de la ciudad llamado Plaka. Música, una vida nocturna vibrante y variados cafés hicieron de este uno de nuestros spots favoritos de Atenas. Allí probamos el famoso café griego.
Otras actividades para hacer en Atenas son caminar por la ciudad, degustar un poco más de la comida típica y visitar el Museo de la Acrópolis. Durante nuestra estadía nos encontramos con una puertorriqueña que vive hace ocho años en Atenas y nos contó que casi toda la ciudad por debajo tiene ruinas. Cada construcción que comienzan se detiene ya que encuentran casi siempre alguna joya de la antigüedad. Igualmente nos aseguró que los puertorriqueños nos parecemos muchísimo a los griegos. Ante las situaciones difíciles siempre ponen la mejor cara y le buscan el lado bueno. Además, siempre tienen una buena razón para irse de fiesta.
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